5 claves para entender los bombardeos a Burriana y la construcción del refugio

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¿Quién bombardeó Burriana?

Desde el comienzo de la guerra se hizo evidente la importancia estratégica de la aviación, de ahí que ambos bandos buscaran hacerse con la superioridad aérea que sería crucial para el desenlace del conflicto; por parte republicana, se contaba con las Fuerzas Aéreas de la República Española (FARE), mientras que las fuerzas lideradas por Francisco Franco disponían de la Aviación Nacional. Sin embargo, estas fuerzas eran insuficientes y sus aparatos obsoletos.

A medida que avanzaba la contienda, ambos recibieron refuerzos extranjeros en forma de aviones y pilotos, como los que procedían de la Italia de Mussolini y que, una semana después de iniciarse la guerra, llevaron a parte del ejército de Franco a cruzar el estrecho desde Tetuán junto con aparatos alemanes. Además, a mediados de agosto se establecería una fuerza aérea expedicionaria en Palma de Mallorca con diversas bases aeronavales desde las que operarían tanto buques como aviones franquistas -italianos y alemanes, aunque las incursiones también vinieron de aeródromos del interior de la Península. Por su parte, el Ministerio de Guerra republicano solicitó ayuda a la URSS, que también aportó una importante flota de aviones como los cazas Polikarpov o los bombarderos Tupolev Katiuskas.

Las acciones franquistas de bombardeo sobre el litoral valenciano se llevarían a cabo en dos fases: la primera de ellas estaría protagonizada por la Aviación Legionaria Italiana de las Baleares, con el objetivo de frenar u obstaculizar la ofensiva del Ejército Popular de la República sobre Teruel entre diciembre de 1937 y febrero de 1938, a cargo del 8º Escuadrón; para ello se emplearían principalmente bombarderos Cant Z 501 y los Savoia Marchetti SM-79 o SM-81. La segunda fase, a partir de marzo de 1938 y hasta el mes de julio, daría apoyo al avance del ejército franquista en su avance hacia el Mediterráneo y durante la Ofensiva de Levante, con la participación de la Legión Cóndor alemana con aparatos Heinkel He-111 o Dornier Do-17.

No hay que olvidar los ataques aéreos de la aviación republicana, que al ir retrocediendo y perdiendo terreno, llevó a cabo acciones de hostigamiento contra las poblaciones que se hallaban en poder de las tropas franquistas; estas acciones se realizarían en nuestra zona con aparatos Potez o Fokers.

 

Bombarderos Savoia SM-79

Heinkel He-111 de la Legión Cóndor. Getty

Tupolev SB-2 Katiuska

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¿Porqué se bombardeó?

A mediados de la década de 1930, Burriana, la capital de la Plana, era una gran ciudad agrícola e industrial de unos 15.000 habitantes, con una economía basada en el cultivo y la explotación citrícola, desarrollándose en torno a ella toda una serie de industrias para su comercio y exportación. Además de las fábricas de papel y timbrado de seda, carpinterías y serrerías mecánicas que confeccionaban cajas para la exportación, fábricas de maquinaria agrícola, confiterías, molinos… había otras industrias complementarias como la producción de porcelana, empresas de construcción, hojalateras, talleres de reparación de vehículos, etc.

Tras el estallido de la guerra, buena parte de la industrias locales serían controladas por los sindicatos o por el Gobierno, y concentraron su producción en el sustento de la propia localidad y del esfuerzo de guerra abasteciendo así al ejército republicano: la confección de envases de madera para el Comité de Exportación Agraria y otro tipo de material para el ejército, material cerámico sanitario para los hospitales de sangre y de conducción eléctrica para el Parque de Transmisiones, talleres para dar servicio de reparación y mantenimiento a los vehículos del Ejército con piezas elaboradas por las hojalateras, o el total de las instalaciones portuarias y marineras que pasarían a estar en régimen de colectividad y de trabajo para la Comité Levantino Unificado de Exportación Agrícola (CLUEA). Las industrias de maquinaria agrícola cambiaron su producción para fabricar material de guerra, destacando en Burriana una fábrica de municiones junto al río Ana.

Entre las infraestructuras más destacadas se hallaban la carretera nacional que unía Valencia con Barcelona, cuyo trayecto atravesaba la calle Mayor; la línea y estación de los Ferrocarriles del Norte, la línea del Tranvía a Vapor de Onda al Grao de Castellón (la “Panderola”, 1907) y sobre todo las instalaciones del puerto (primera dársena construida entre 1927 y 1932), desde donde se exportaban los productos al extranjero y donde se almacenaba la producción de la flota pesquera. Estas comunicaciones cruzaban el río Ana y el Mijares a través de diversos puentes.

La situación geográfica de Burriana en la llanura de La Plana y la confluencia de las infraestructuras y comunicaciones junto a la costa y el río Mijares convertían a la ciudad en un objetivo militar fácilmente expuesto a las incursiones aéreas. A ello se añadió la militarización de la ciudad con la llegada del frente de guerra, momento en que edificios como los conventos, iglesias, colegios y naves se destinaron a almacenes de material militar, garajes, cuarteles de milicias, hospitales… Además, en el campo se establecieron posiciones defensivas en las huertas (trincheras, nidos de ametralladora) y edificaciones rurales.

Listado de objetivos militares de la Aviazione Legionaria Italiana. Archivo Municipal de Valencia

Situación de una fábrica de armamento en Burriana. AGMAV

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¿Cuándo se produjeron los bombardeos?

Los numerosos bombardeos que se produjeron sobre Burriana tenían su causa en las distintas fases de la guerra.

El primer bombardeo que sufrió Burriana se realizó el 26 de marzo de 1937 por parte de 3 hidroaviones italianos Cant Z-501, que partieron desde las bases de Mallorca para atacar las infraestructuras portuarias de Castellón y Burriana, así como los Altos Hornos de Sagunto. Los bombardeos también podían llegar desde el mar, pues se tiene constancia de la presencia de buques de guerra franquistas que patrullaban el litoral castellonense para interceptar barcos pesqueros o mercantes (como el ataque pirata y de secuestro del 27 de abril a navíos de pesca burrianenses) o para cañonear objetivos (como se recoge en el Heraldo de Castellón del 26 de junio de 1937, que indicaba la explosión de un obús en la carretera del puerto).

Con los preparativos del ejército republicano para la reconquista de Teruel, la aviación franquista volvió a realizar ataques sobre objetivos estratégicos, principalmente puentes, carreteras, vías de tren (como los ataques a la estación del 22 de diciembre de 1937 o 13 de abril de 1938) o el puerto, con bombardeos como el del 29 de noviembre por parte de hidroaviones Savoia y Dornier, el 16 de enero de 1938 por parte de trimotores Savoia 79 en el que quedó afectado el mercante inglés Seabank Spray o el del 1 de abril de 1938, donde participaron aviones Junkers JU-52 de la Legión Cóndor.

La siguiente oleada de ataques, hasta mediados del mes de junio, se dieron en el contexto de avance del Ejército franquista en la denominada “Ofensiva de Valencia” o “Batalla de Levante”, por lo que fueron cometidos por aviones alemanes de la Legión Cóndor con aparatos Heinkel y Dornier. En estos ataques se buscarían también objetivos localizados en el interior de la ciudad, además de las infraestructuras ya mencionadas del puerto o la estación de ferrocarril.

Con la entrada de las tropas sublevadas de la 83 División en Burriana, la ciudad quedó en la retaguardia franquista, ya que el frente se desplazó hacia Nules. A partir de ese momento, se produjeron cuatro ataques más por parte republicana, en lo que se denominaban “bombardeos en caliente”, realizados sobre terreno recién perdido para obstaculizar el avance enemigo y eliminar concentraciones de tropas u objetivos estratégicos, como los de los días 10, 11, 13 y 14 de julio de 1938 por aparatos del Grupo 72 de bombardeo.

Bombardeo a Burriana, 30/11/1937

Bombardeo a los puentes del Mijares, 13/12/1938. Istituto Storico Parri

Bombardeo al puerto de Burriana, 16/01/1938. Ufficio Storico dello SME, Roma

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La construcción de refugios

Los ataques sobre las infraestructuras industriales y portuarias durante los primeros meses de 1937 llevaron a las autoridades provinciales y locales a tomar las primeras medidas, entre las que se hallan las primeras instrucciones a la población para casos de alarma del Gobierno Civil de Castellón (16 de febrero de 1937), el bando de la Junta Provincial de Guerra (24 de marzo de 1937) o las instrucciones de la Junta de Defensa Aérea.

En Burriana, el Consejo Municipal adoptó las primeras medidas para la protección de la población, tanto las de la Junta Provincial como propias. El 29 de marzo de 1937 solicitó el aprovechamiento de material de la vía férrea de La Panderola en desuso para la construcción de refugios, cuya gestión quedaría en manos de la Comisión de Obras Públicas local. Unas semanas más tarde, el 16 de abril, se reclamaría la instalación de un reflector y un cañón antiaéreo en la azotea del campanario. Tanto la Dirección General de Ferrocarriles y Tranvías como la Subsecretaria del Aire desestimaron estas peticiones.

Con la reanudación de los ataques a finales de noviembre de 1937, el Gobierno Civil de Castellón emitió un telegrama que ordenaba urgentemente la constitución de Comités de Defensa Pasiva locales que impulsaran la construcción de refugios. En el caso de Burriana, los sindicatos se encargarían de la gestión de material de obra, de la población empleada para ello (vecinos, refugiados, jóvenes o gente mayor) y de la inversión de la obra a partir del erario público, la extracción semanal de un 3% del jornal de todo trabajador y de donaciones. El 30 de diciembre de 1937 fue constituido en Burriana el Comité Local de Defensa Pasiva.

Ante el peligro de bombardeo, también se incidió desde las Juntas de Defensa en la habilitación de espacios que pudiesen ofrecer cierta seguridad para dar cabida a la mayor cantidad de población posible.

La documentación emitida por el Consejo Municipal indica que, en mayo de 1938, la ciudad contaba con al menos 25 refugios particulares (Casa Abadía, Círculo Frutero…), con una capacidad para 800 personas. A estos se sumaban otros públicos como los del Grupo Escolar Cervantes (Peñagolosa), el Mercado Municipal, el del Grupo Escolar Pablo Iglesias (refugio del camino de Onda) o el de la Estación del Ferrocarril, con lo que la capacidad total era para unas 4000 personas.

Acta de constitución de la Junta Local de Defensa Pasiva de Burriana. CDMH

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La población y los refugios

Con los primeros ataques a las poblaciones de la provincia, el Gobierno Civil de Castellón y la Junta de Defensa Aérea emitieron una serie de instrucciones para prevenir a la población. Se imprimieron folletos, libritos, pósters y se comunicaron bandos para ello.

Estas instrucciones pedían que la población se impusiera “una disciplina extremada y una serenidad máxima” para cooperar en el auxilio general, debiendo avisar a todo vecino que pudiese no haberse enterado de la señal de alarma y ayudando a niños, ancianos o enfermos a acudir a refugios señalizados por las calles -teniendo prioridad en el acceso las mujeres- así como para evitar aglomeraciones peligrosas en los accesos.

Por las noches se apagaban las luches del alumbrado público, así como de aquellas habitaciones o espacios que diesen a las calle o patios interiores, usando linternas o velas dentro de las casas.

Desde que sonaban las alarmas, en muchos casos tan solo se tenían unos minutos para acudir a los refugios, por lo que en la práctica la gente mayor, enfermos o convalecientes no lo lograban a tiempo, cubriéndolos con mantas y colchones para evitar los daños por metralla o aplastamiento.

En caso de bombardeo, en la calle estaba terminalmente prohibido quedarse a curiosear por la calle, asomarse a balcones y ventanas. Soldados o vigilantes controlaban los accesos a los refugios y procuraban que se entrara en orden, mitigando los efectos del pánico y el nerviosismo. Ya en el interior, se permanecía en silencio, prohibiéndose fumar y comer y en muchos casos de pie durante horas en condiciones de insalubridad (gran aglomeración, ventilación pésima, refugios de tierra, humedad, frío o calor, falta de letrinas, oscuridad), hambre e intranquilidad.

Los bombardeos dejaron una huella y un recuerdo imborrables en la población, un impacto psicológico provocado por el sonido de los aviones (las “pavas”) y de las explosiones, el sonido de la propia alarma (o de las campanas tocando a arrebato en caso de no contar la localidad con aquella), el estrés acumulado y el cansancio emocional de acudir rápida, repentina y repetidamente a ponerse a salvo, lo que llevaba a algunas personas a desistir de ello, quedándose en casa o en la cama, añadiéndose a todo ello la interrupción de la normalidad y del descanso.

Instrucciones para casos de alarma. Castellón, 1937

Instrucciones para casos de alarma. Consejería de Propaganda, 1937